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jueves, 16 de diciembre de 2010

Por qué no vemos viajeros del tiempo

ADVERTENCIA: En caso de que la extensión del post te resulte excesiva a primera vista, piensa que al llegar al final del mismo siempre podrás retroceder en el tiempo, volver al instante en que no habías comenzado a leer y abandonar la idea. ¡Suerte!


En 1985 Arthur C. Clarke escribía: "el argumento más convincente contra la posibilidad del viaje en el tiempo es la llamativa ausencia de viajeros". Al fin y al cabo, parece bastante razonable suponer que si existiesen verdaderamente las máquinas del tiempo, más temprano que tarde se podrían replicar y enseguida comenzarían a pulular los viajeros del tiempo por todos lugares y épocas.

En 1992, Stephen Hawking enunciaba su conjetura de la protección de la cronología. Básicamente, lo que afirmaba era que los viajes en el tiempo estaban prohibidos por las leyes físicas (al menos, a nivel macroscópico). De no ser así, deberíamos estar invadidos por hordas de turistas procedentes del futuro, cosa que no observamos en absoluto.

La proposición de Hawking se basaba en ciertos argumentos extraídos tanto de la teoría general de la relatividad como de la mecánica cuántica. Si se consideraba la geometría del espaciotiempo tal y como se hace habitualmente en la relatividad, lo que técnicamente se denomina una variedad diferenciable cuatridimensional de Hausdorff (esto sólo lo digo para darle apariencia de rigor al resto del post...), entonces se llega a la conclusión de que cualquier máquina del tiempo imaginable (bien sea un agujero de gusano de Morris-Thorne, las cuerdas cósmicas de Gott, la curvatura espacial de Alcubierre o un tubo de Krasnikov) permitiría al viajero del tiempo aventurarse hacia el pasado solamente, como mucho, hasta el momento de la construcción de la máquina. Esto significa que, a menos que alguien haya desarrollado ya secretamente una máquina del tiempo, entonces, para visitarnos a nosotros, los viajeros del futuro tendrían que utilizar máquinas del tiempo naturales o construidas por civilizaciones extraterrestres mucho tiempo atrás. Como no tenemos constancia de la existencia de ninguno de estos artefactos o estructuras que nos permitiesen recorrer lo que se denominan, en la jerga de los científicos que se dedican a estudiar estos temas, curvas cerradas de tipo tiempo, parece que la conclusión lógica es que deben estar prohibidas por las leyes que gobiernan el universo.

Y no os vayáis a pensar que solamente la física se ha encargado de rebatir la existencia del viaje en el tiempo. Han surgido respuestas incluso desde el mundo de la economía. M.R. Reinganum, economista, propuso en 1986 que si los viajeros del futuro nos hubieran visitado podrían perfectamente haber usado información privilegiada para hacer derrumbarse los intereses de las entidades financieras. Debido a que lo que observamos habitualmente parece todo lo contrario, los viajeros deben forzosamente no existir. Pensad tan sólo en los oscuros deseos de fama y fortuna sin fin que logra Biff Tannen con ayuda del almanaque de resultados deportivos en Regreso al futuro II (Back to the Future II, 1989) o los ingeniosos protagonistas de la película más desconcertante sobre viajes en el tiempo jamás filmada: Primer (Primer, 2004)

En cambio, si cruzamos la calle y nos dirigimos a la acera de enfrente (en el sentido estricto de la expresión y no en el figurado...) vemos que los escritores de ciencia ficción han imaginado, desde siempre, una gran variedad de fenómenos físicos que podrían ser la causa de la aparente imposibilidad de observar viajeros del tiempo procedentes del futuro, en el caso de que existiesen. Entre algunas de esas causas se pueden citar, por ejemplo, efectos colaterales del viaje, que les harían invisibles o incluso sufrir amnesia, como los protagonistas de la serie Perdido en el tiempo (Quantum Leap, 1989-1993), quienes únicamente pueden permanecer en nuestro tiempo durante periodos arbitrariamente cortos. También otros motivos, que tienen que ver con que su manifestación física es poco clara o imperfecta, de tal modo que solamente son visibles o audibles como fantasmas, espíritus o fenómenos paranormales.

Algunas de estas ideas se pueden encontrar, por ejemplo, en "The Founding of Civilization", el relato publicado en 1968 por el autor ruso R. Yarov, en el que una ley física impide a los viajeros del tiempo detenerse en cualquier instante. Así, las máquinas viajan constantemente, sin parar. Los afortunados testigos de sus fugaces presencias las interpretan de muy distintas maneras: los más supersticiosos, como ovnis, naves espaciales extraterrestres, espectros y otras criaturas sobrenaturales; por contra, los más escépticos solamente ven fenómenos atmosféricos un tanto inusuales. Huy, huy, huy. ¿A qué me suena todo esto?

En "El zorro y el bosque", de Ray Bradbury, se utiliza un dispositivo de bloqueo psicológico para asegurar que los viajeros del tiempo no puedan transmitir información tecnológica ni dar a conocer detalles acerca del viaje en el tiempo a los habitantes del pasado. Algo similar se puede leer en la obra de 1942 "Mi nombre es Legión", del siempre sorprendente Lester del Rey.


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gracias a La física en ciencia ficción

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